Ser bombero en una gran ciudad

Fecha: 20 de noviembre de 2017 Categoría: Hogar

ALGUNAS personas me han dicho: “Ha de ser emocionante el ser bombero.” Consideran que el subir escaleras, rescatar gente y combatir las llamas es trabajo fascinador. De modo que se sorprenden cuando les comunico una impresión bastante diferente.
En mis dieciocho años de bombero de la ciudad de Nueva York me he apresurado a miles de incendios. He saltado del camión de incendios y me he apresurado a entrar a centenares de edificios en llamas. Sin embargo, adentro, en una habitación o en un pasillo lleno de humo —que otros no ven— no hay fascinación. Aquí el bombero lucha por su vida y quizás por las vidas de otros.
A menudo el humo es tan denso que no se puede ver nada… una luz brillante a unos cuantos metros apenas es visible. Es necesario hacer todo valiéndose del sentido del tacto. Es una sensación de impotencia… el andar a tientas dentro de un edificio con el cual uno no está familiarizado.
Rápidamente el bombero se esfuerza por alcanzar una pared y se arrastra junto a ella. A tientas busca cuerpos y una ventana que pueda romper para dejar salir el humo venenoso. Tosiendo y ahogándose, lucha por respirar aire. A veces tiene que mantener la cara a unos cuantos centímetros del piso para respirar. Con cada aliento doloroso inhala más humo irritante cargado de mortífero monóxido de carbono y otros gases tóxicos. Le arden los ojos. La temperatura de su cuerpo sube a medida que el calor sofocante mina sus fuerzas.
A veces el humo y el calor vencen a los bomberos. Entonces es necesario arrastrarlos o cargarlos hasta un lugar seguro. Pero algunos no son tan afortunados… cada año unos ocho bomberos de la ciudad de Nueva York mueren en servicio. Los demás afrontan la expectativa de una vida acortada debido a los productos de combustión tóxicos que inhalan semana tras semana. Puesto que aun la diaria contaminación del aire urbano es peligrosa para la salud, ¡usted puede imaginarse el daño que le causa a los bomberos el entrar repetidas veces en edificios tan llenos de humo que hasta la visión se oscurece!
Pero además de los peligros personales, hay la sensación de disgusto e impotencia cuando uno ha llegado demasiado tarde para ayudar. He tenido a víctimas con quemaduras tan graves que prácticamente se despedazaban en mis brazos. No hay fascinación en la muerte, ni en ver a madres histéricas, que sollozando, aprietan los restos de sus hijos. Tampoco es animador ver la tristeza en el rostro de los que han perdido todo lo que poseían. He visto estas cosas vez tras vez y eso desespera.
Lo que puede hacer el fuego
Los bomberos, creo yo, tienen un punto de vista enteramente diferente del fuego y de sus peligros que otros ciudadanos. Sabemos lo que el fuego puede hacer… lo difícil que es pronosticar lo que va a hacer. He visto fuegos que habían estado latentes por horas y que súbitamente estallaron sumergiendo en llamas una habitación. He estado en incendios que en el transcurso de unos minutos desde su inicio habían envuelto a un edificio de muchos pisos. He visto cómo los vapores de un colchón que arde interiormente pueden matar. ¡Hasta personas a muchos pisos arriba del incendio verdadero han muerto por inhalar humo!
Me gustaría comunicarle a usted lo que puede causar el fuego —no con el propósito de asustarlo u horrorizarlo— sino para que tome medidas para protegerse usted mismo y proteger a sus amados. Piense: ¡Los incendios reclaman 12.000 víctimas al año tan solo en los Estados Unidos! Piense, también, en las decenas de miles de personas que sobreviven pero dolorosamente quemadas, algunas lisiadas por toda la vida.
Las estadísticas son frías y sin vida. Pero cuando uno está personalmente envuelto, queda una impresión indeleble. Tengo muchos recuerdos que suministran un cuadro más vivido de lo que puede causar el fuego que cualquier estadística.
Puede destrozarle el corazón
Hace unos cuantos años respondí a una llamada; llegué a un apartamiento en Brooklyn donde todo parecía estar controlado. El incendio había sido apagado. Casi la única señal de ello era una cortina quemada parcialmente. Sin embargo, una niñita de unos siete años de edad estaba lastimada. Había incendiado la cortina, y evidentemente al tirar de la cortina para tratar de apagar el fuego se le incendió su vestido. Sus padres apagaron las llamas.
Parecía que no pensaban que su niñita estaba gravemente lastimada. Pero cuando la vi de cerca, se me cayeron las alas del corazón. Tenía graves quemaduras en las piernas y también en parte de su espalda. Estaba en estado de choque, y por eso no sentía efecto adverso alguno. De hecho, parecía normal. Estaba sentada, y a petición suya le habían puesto su programa favorito de TV. Me sentí tan impotente esperando que llegara la ambulancia, tan torpe e inútil. A la mañana siguiente llamé por teléfono al hospital. La niña había muerto durante la noche.
No es necesario que el fuego sea muy grande… un momento de descuido y en cosa de segundos uno puede resultar fatalmente lastimado. ¡Sucede con regularidad! La persona de término medio sencillamente no se da cuenta de lo peligroso que es el fuego, de lo rápidamente que se esparce.
En otra ocasión estábamos sentándonos para almorzar en la estación de bomberos cuando sonó la alarma. Una casa de dos pisos en Brooklyn se estaba quemando. Cuando llegamos, el fuego había envuelto a la cocina y todo el primer piso. Puesto que era el mediodía, asumimos que todos habían salido. Pero después de apagar el incendio, descubrimos el cuerpo de un muchacho en la cocina. Unos instantes después, detrás de la cocina en el baño lleno de humo, casi tropecé con otro niño, muerto. ¡Qué rápidamente los había rendido el fuego!
La madre había castigado a su muchacho y lo había enviado a su dormitorio. De alguna manera empezó el incendio allí, pero ella no se dio cuenta hasta que las llamas se hicieron visibles y su hijo salió apresuradamente. La primera reacción de ella fue subir al segundo piso y ayudar a bajar a un inválido que vivía con ellos. Para cuando lo sacó, el primer piso estaba envuelto en llamas. Ella asumió que sus muchachos, de unos ocho y cinco años de edad, también habían salido. Los estaba buscando. Pero evidentemente ellos vacilaron por demasiado tiempo o se llenaron de pánico.
Levanté al muchacho que estaba en la cocina y lo llevé al hospital al otro lado de la calle. Había sufrido tan severas quemaduras que me era difícil evitar que se despedazara. La madre estaba histérica. El doctor echó una mirada a los restos carbonizados y rápidamente volteó la cabeza en señal de desaliento.
Aproximadamente a esa hora los niños volvían de la escuela para almorzar en casa. Algunos decían emocionadamente: “¡Miren, hubo un incendio allí!” Y al acercarse más: “¡Es en mi manzana!” Luego pude oír a uno decir en un tono enteramente diferente, lleno de ansiedad: “Oh, es en mi casa.” Esto realmente me hirió. Pues un joven iba a enterarse de que sus hermanitos acababan de morir horriblemente. Jamás olvidaré la desesperación que sentí.
Lo que duele cuando veo estas tragedias es que no es preciso que sucedan. Se podrían evitar. A veces solo es una acción disparatada, o descuido. Recuerdo un ejemplo, un ejemplo que realmente es muy común.
Una madre que vivía en una casa multifamiliar urbana fue a la tienda y dejó encerrados con llave a sus dos niños de edad preescolar en el apartamiento. Sin duda había hecho eso muchas veces. Pero esta vez se inició un incendio; probablemente uno de los jovencitos estaba jugando con fósforos. Cuando llegamos solo salía un poco de humo. Corrimos por las escaleras hasta el apartamiento, pero la puerta a prueba de incendios cerrada con llave hizo que nos demoráramos en entrar.
Adentro, el humo estaba denso. No podíamos ver nada. De modo que tuvimos que echarnos al suelo y arrastrarnos, abriéndonos paso a tientas. La mayoría de las veces un bombero halla a alguien tropezando con él, o tentándolo. Hallamos a los dos muchachos, y rápidamente los sacamos.
Uno estaba muerto; el humo lo había matado. El otro parecía tener un poco de vida. De modo que inmediatamente empecé la resucitación de boca a boca. Luego trajeron el resucitador de la bomba de incendios. Trabajamos hasta que llegó la ambulancia, pero este niño murió también.
Para entonces regresó la madre. Usted se puede imaginar lo que sintió, especialmente al saber que ella era responsable en parte, pues había dejado solos a sus hijos. Cuando un bombero ve estas cosas, lo único que puede hacer es desear que la gente use mejor juicio. Simplemente no hay ninguna razón por la que el fuego debería cobrar la vida de 12.000 norteamericanos al año.
He dado muchas conferencias a estudiantes y otros grupos sobre la protección contra los incendios. Trato de hablarles francamente, diciendo sin ambages: “La razón por la que estoy aquí es para tratar de salvarles la vida… para ayudarles a saber qué hacer en caso de incendio. Un poco de previsión, junto con un plan que seguir, puede significar la diferencia entre vivir y morir.”
Siempre que entro en un edificio, automáticamente pienso: “¿Cómo saldría yo de aquí en caso de incendio?” Uno debe pensar acerca de esto especialmente en relación con su propia casa. ¿Conoce usted todas las salidas de su casa? ¿Qué hay de las salidas en otros edificios que usted usa? En una emergencia la gente casi invariablemente trata de salir por donde entró, lo cual resulta en un apiñamiento. En el desastre del Teatro Iroquois de Chicago, EE. UU., hace muchos años, de las diez salidas disponibles, solo se usaron tres… ¡575 personas murieron!
La previsión es vital, pues por lo general el fuego ocurre de noche cuando la gente, al despertarse súbitamente, puede estar algo desorientada. Si está indecisa, sin saber exactamente qué hacer, puede llenarse de pánico. Puede quedarse inmóvil, meterse debajo de la cama, meterse corriendo en un ropero, o hacer alguna otra cosa disparatada. Esto sucede a menudo, y cuesta muchas vidas. Sin embargo, es interesante que en los bombardeos aéreos de las ciudades durante la II Guerra Mundial casi no había señal de pánico, porque todos sabían qué hacer.
Para animar el hacer planes, le pregunto a los grupos: “¿Qué haría usted si esta noche tuviera un incendio? ¿Cómo saldría? ¿Adónde iría? Supongamos que la puerta de su dormitorio estuviera cerrada con llave y fuera hacía ella y tentara la perilla y ésta estuviera caliente. ¿Saldría usted por esa puerta?”
Eso sería lo peor que pudiera hacer. El abrir la puerta alimentaría al fuego con oxígeno y probablemente haría que éste entrara apresuradamente en la habitación antes de que usted pudiera escaparse. De modo que nunca abra una puerta caliente.
Por lo general también es peligroso salir por una escalera. Esto se debe a que el calor y las llamas tienden a subir, y velozmente ascienden por una escalera. El comprender este hecho habría salvado a un padre y a su hijo que saqué de un incendio hace unos cuantos años.
El incendio ocurrió en una casa multifamiliar de tres pisos. Se inició en el primer piso. Cuando el humo empezó a llenar su apartamiento, la madre tomó a uno de los niños y subió a un lugar seguro por la ventana del baño. Pero el padre cogió a su hijo y salió corriendo por la puerta. Debido a que las llamas le cortaron la entrada de enfrente, se apresuró al techo por la escalera. Cuando entré por el techo instantes después, encontré al hombre y su hijo cerca de la parte superior de la escalera, los dos muertos. El calor y los vapores los habían rendido antes de poder llegar a un lugar seguro.
Prácticas domésticas contra incendios
En una emergencia uno necesita saber qué hacer automáticamente, de otra manera es probable que uno haga un movimiento incorrecto, posiblemente fatal. De modo que le he recomendado a grupos de estudiantes que efectúen prácticas contra incendios en casa. Tienen prácticas contra incendios en la escuela, por eso, ¿por qué no tenerlos en casa donde muchas más personas salen lastimadas y pierden la vida en los incendios?
A menudo una ventana es la mejor ruta de escape, especialmente cuando uno se despierta durante la noche. Pero se necesita práctica, porque en una habitación llena de humo desaparece la visión, desaparece el sentido de dirección… hay que hacerlo todo al tacto. Uno difícilmente puede apreciar lo que es eso a menos que lo haya experimentado. Por lo general lo mejor es hallar una pared y seguirla hasta una ventana. Animo a los estudiantes: “Cuando lleguen a su habitación hoy en la noche, cierren los ojos o véndense los ojos y traten de abrirse paso hasta la ventana. Luego vean si pueden abrirla.”
Es sorprendente lo difícil que esto puede ser, especialmente si hay ventanas contra tormentas o de tela de alambre. Pero el saber cómo abrirlas rápidamente puede salvarle la vida. También sugeriría el conseguir una escalera de mano, hecha de cuerda, hacer que los niños practiquen el usarla, y guardarla donde se pueda hallar rápidamente en caso de que surgiera una emergencia.
Millares de víctimas estuvieran vivas hoy si hubieran practicado tales procedimientos. Recientemente en Jamaica Estates, un suburbio de la ciudad de Nueva York, estalló un incendio en el primer piso después que la familia se había acostado en el segundo piso. El padre, abogado, corrió al dormitorio de los niños para tratar de salvarlos… como resultado todos murieron. Si cada uno hubiera salido por su propia ventana, habrían vivido. Aun desde el segundo piso uno puede descolgarse por el antepecho de la ventana. ¡Las magulladuras que puedan resultar de la caída son mejores que una muerte casi segura!
También es vital que las familias tengan un punto de reunión afuera, después de escaparse de la casa. A menudo vamos a incendios, y los padres gritan: “Mi hijo está dentro. ¡Sáquenlo! ¡Sáquenlo!” Con frecuencia el niño ya ha salido, pero entramos apresuradamente a buscarlo. Hemos perdido a hombres haciendo esto. En la primavera pasada el capitán de bomberos John Dunne se abrió paso luchando contra las llamas hasta un apartamiento del tercer piso en Brooklyn. Le dijeron que cuatro niños se hallaban adentro, cuando en realidad se habían escapado antes. Dunne fue atrapado por las llamas y murió.
Otra cosa que a menudo enfatizo es el no regresar a un edificio en llamas para sacar pertenencias. Esto ha costado muchas vidas. Me acuerdo de un edificio comercial donde todos los trabajadores salieron. Entonces, cuando las llamas no parecían tan malas, regresaron corriendo para obtener algunas cosas, y como resultado murieron.
Lo que la mayoría de la gente no entiende en esas circunstancias es lo peligroso que es el humo; es sumamente venenoso. El fuego mismo rara vez los mata, el humo sí. Y sus efectos son acumulativos, acortando la expectativa de vida del bombero que repetidas veces se expone a él.
Carga de trabajo desesperante
Algunas cosas hacen especialmente desesperante la aumentada carga de trabajo que tiene que llevar el bombero de las ciudades grandes. ¡Esta es increíble! Cuando empecé en el departamento hace casi veinte años estaba con una de las diez compañías más activas de la ciudad, Ladder 17, South Bronx. Teníamos aproximadamente 1.800 salidas al año. ¡Ahora algunas compañías responden a casi 10.000 alarmas al año! Tan solo de 1966 a 1968 el total de alarmas urbanas aumentó 44 por ciento, sin que esencialmente haya habido aumento alguno en personal o capacidad para combatir los incendios.
Es verdad que muchas alarmas son falsas… aproximadamente una de cada tres. Pero nunca sabemos que es falsa hasta que la contestamos. De modo que a menudo significa correr casi todo el tiempo, casi sin un momento para tomar un bocado. Durante ocho años estuve en Brownsville, Brooklyn, pero el trabajo estaba llegando a ser demasiado allí… realmente era trabajo para un joven. Afortunadamente pude obtener un traslado a una zona menos activa… a Ladder 143 en Queens.
¡Ahora Brownsville tiene la asombrosa proporción anual de 3.800 alarmas por kilómetro cuadrado! Es incendio tras otro incendio día tras día. A menudo un hombre tiene que combatir varios incendios al día. Creo que una experiencia del bombero Bob Daily muestra cuán frecuentes han llegado a ser allí los incendios.
Se había iniciado un incendio en un apartamiento, y Bob fue a la siguiente puerta para ver si aquel apartamiento había sido afectado también. La puerta estaba cerrada con llave, y, asumiendo que la gente había salido, derribó la puerta para entrar. Allí en la habitación humeante había una señora de edad avanzada. Pidió disculpas con mucho ahínco, preguntando por qué no había abierto ella la puerta. “Oh,” dijo ella, “hemos tenido tantos incendios por aquí que ya no les presto mucha atención.”
A veces casi todo el sector está en llamas… ¡literalmente! Jamás olvidaré cuando Martin Luther King fue muerto. La noche de su funeral, compañías de toda la ciudad fueron llamadas a Brownsville. Me acuerdo que estaba en la parte superior de una fábrica arrojándole agua al fuego. Podía ver que se iniciaban incendios en todo el sector, adondequiera que miraba.
Pero esa situación ya no es singular. Ha sucedido varias veces desde entonces. Por ejemplo, aconteció la primavera pasada cuando la ciudad redujo los pagos de beneficencia. ¡Los periódicos dijeron que en Brownsville hubo más de 120 incendios ese día! A veces hasta se fijan notificaciones que dicen el día en que se incendiará una sección, y se incendia. Como resultado Brownsville, South Bronx y otras secciones de Nueva York se asemejan a las ciudades de Europa bombardeadas y cicatrizadas por los incendios después de la II Guerra Mundial.
Es bastante desesperante el combatir tantos incendios, pero ahora nosotros los bomberos también tenemos que defendernos de los incendiarios. En algunos sectores andanadas de piedras y botellas con regularidad caen sobre bomberos que tratan de apagar los incendios. En 1970 hubo más de 800 incidentes en los cuales los bomberos urbanos fueron atacados, y 343 resultaron lastimados.
¿Por qué sucede esto? Bueno, la gente menesterosa en estos sectores está completamente frustrada. Sus edificios son viejos y sin reparaciones, y ven poco mejoramiento a pesar de las promesas de renovación urbana. De modo que creo que están ventilando el asunto con ira, incendiando edificios vacíos y condenados con la esperanza de conseguir acción más expeditiva. Y puesto que les estamos impidiendo que efectúen esto, nos atacan. Me parece, también, que pelean contra nosotros porque nos identifican con el “Establecimiento” que odian.
Quizás algunas personas tengan aversión a los bomberos. Sé que una queja frecuente es que somos maliciosos… que causamos daño innecesario a las casas. Pero la razón por la que la gente cree eso se debe a que realmente no entiende los peligros del fuego, cómo se puede esparcir, o la manera en que están construidos los edificios. Déjeme explicarle.
Cuando llegamos, por ejemplo a un edificio de apartamientos de seis o siete pisos que está ardiendo, cada bombero sabe su asignación y se apresura a llevarla a cabo. Comprende que la vida de sus compañeros puede depender de cumplir con su asignación. Un bombero rápidamente llega al techo, abre la puerta que da acceso a la azotea, quita los tragaluces… hace cualquier cosa por ventilar el edificio a fin de que los vapores tóxicos de los pasillos y escaleras interiores puedan escaparse. Luego desciende por una escalera contra incendios, y abre las ventanas para más ventilación.
En el ínterin dos bomberos quizás cojan un extintor y se apresuren a localizar el incendio mismo. Dentro de una habitación llena de humo su vida y la de cualesquier otros que todavía estén allí están en peligro. Por eso, como usted puede apreciar, no hay tiempo para abrir con tiento las ventanas. Cuando éstas se encuentran se rompen con lo que esté disponible, a fin de conseguir un aliento de aire sustentador de la vida. A menudo podemos sacar niños vivos así como a otros que posiblemente estén atrapados o rendidos por el humo venenoso.
Este trabajo de ventilación también permite que los hombres que siguen arrastren su pesada manguera hacia el fuego. Si el humo no tuviera por donde escapar, cuando es empujado por el chorro de agua, se comprimiría cada vez más en una habitación o pasillo. Entonces podría regresar por encima de las cabezas de los bomberos e iniciar un fuego detrás de ellos. Entonces estarían en una seria dificultad… todo a causa de que los bomberos encargados de suministrar ventilación no abrieron con suficiente rapidez el techo y las ventanas.
Sin embargo algunas personas ponen reparos a que derriben su techo o paredes cuando su apartamiento está a cierta distancia del fuego. Pero hay razón para esto también. Los bomberos saben la ruta que puede tomar el fuego. Comprenden que puede viajar largas distancias sin ser visto. Hace años unas cuantas chispas de una herramienta aguda causaron un incendio en una planta de metalistería. Los empleados lo extinguieron completamente —según pensaron— usando la manguera de la tubería corriente de la planta. Pero unos treinta minutos después las llamas, que habían viajado por las paredes huecas, estallaron desde el techo. Fue una catástrofe.
Los bomberos entienden lo que es el fuego y por eso lo buscan en habitaciones y apartamientos adyacentes. Me quito el guante y tiento la pared; si está caliente, puede haber fuego adentro. De modo que para averiguarlo hay que hacer un hoyo en la pared. El fuego especialmente puede viajar horizontalmente sin ser detectado. Si abrimos el techo interior de un apartamiento y siquiera hay la más mínima señal de fuego, no nos sentimos seguros hasta que abrimos el techo interior del siguiente apartamiento para asegurarnos de que no viajó más. De modo que quizás se cause así daño a un apartamiento cuando el fuego ni siquiera lo ha alcanzado. Pero no se hace con malicia, como quizás algunos asuman, sino más bien para proteger a la gente.
El concepto falso, el hostigamiento, el aumento en la carga de trabajo, la frecuente inhalación de humo, el buscar víctimas atrapadas, la desesperación en los ojos de las víctimas que han perdido todo, el ver morir a compañeros bomberos y otros… todo esto es la desesperación de un bombero de ciudad grande. Nuestro trabajo es duro, peligroso. Sin embargo disfrutamos de un galardón que rara vez es igualado por alguna otra ocupación. Es el poder ayudar a personas que se hallan en dificultad, el estar presentes para hacer algo cuando claman por ayuda. Esto, para mí, excede en valor a toda la desesperación.

Compartir este artículo

Únete al Cuerpo de Bomberos de Pemuco

Hazte voluntario y siente la satisfacción de entregar un servicio a la comunidad. Por este motivo recibimos continua y constante preparación y entrenamiento para realizar de forma profesional nuestro trabajo.

completa el formulario